jueves, 30 de septiembre de 2021

CELOS EN LOS NIÑOS/AS....CASI NORMALES


    El control de los celos entre los hermanos depende mucho de cómo actúen las familias

Dos hermanos

Podríamos decir que los celos entre hermanos son tan normales que casi deberíamos preocuparnos si no se producen.  Pero conviene limitarlos a la mínima expresión para evitar sufrimientos innecesarios.

¿Cuáles son las causas?

Fundamentalmente, se trata de la imaginaria y sentida pérdida de afecto, en especial de la estima de la madre. Y suele deberse a la llegada de un hermanito y a la aparente predilección de la madre por él. Son más frecuentes en los primogénitos, cuando hay mucha diferencia de edad entre los hermanos, en niños sobreprotegidos y en hogares con intensa rivalidad entre los parientes adultos.

Algunas circunstancias los favorecen: pocas oportunidades de iniciativa, dependencia, comparaciones con otros niños, cambios bruscos en la actitud de la madre ante el nacimiento de un pequeño o poca preparación para este hecho.

¿Cuáles son las manifestaciones?

  • De hostilidad y agresividad hacia el hermano, con golpes, mordiscos, pellizcos, empujones o cualquier maniobra para hacerle daño, sobre todo cuando el pequeño no está acompañado. A veces, alternan manifestaciones de protección con otras de agresividad. La hostilidad hacia la madre puede manifestarse en forma de desobediencia sistemática, mal humor o frases agresivas. O puede aparecer una agresividad no consciente, con pérdida de control esfínteres, desgana, tics nerviosos, etc.
  • Cambios de personalidad. Se manifiestan en forma de excesiva adhesión o vigilancia de la madre, aislamiento, hablar poco, o como conductas de regresión e infantilismo tales como solicitar ayuda para comer o para el aseo personal.

¿Cuál debería ser la actitud de las familias?

1.- Antes del nacimiento

Es importante que las familias muestren tranquilidad, casi indiferencia, dando la información necesaria en un clima de calma. Hay que evitar el chantaje emocional. Jamás debe decirse frases como: “Si no te portas bien vamos a querer más al hermanito cuando venga”. Es importante vigilar las actuaciones de terceras personas: amigos, abuelos, tíos...

2.- El nacimiento

No es recomendable llevar al niño fuera de casa los días en torno al nacimiento. De alguna manera es como advertirle de que quien está llegando ya lo echa de casa. Si se necesita ayuda, es mejor que un familiar vaya a la casa.

Es conveniente no dramatizar el parto; no hablar de dolores, operaciones, heridas, sangre... El niño lo viviría como una agresión a su madre.

Y es deseable que, salvo complicaciones, el niño pueda ir al hospital el mismo día del nacimiento para ver al pequeño y a la madre. Sería bueno que fuera el padre quien acompañara al niño en esta visita y que se respetaran unos momentos de intimidad, evitando la presencia de terceras personas.

3.- La vuelta a casa

Es recomendable que la vuelta a casa se produzca cuando el niño esté fuera (en la escuela o de paseo) y hay que permitirle ver y tocar al pequeño, para así disminuir la ansiedad y la curiosidad. La madre le animará a que, dentro de sus posibilidades, la ayude, pero sin presionarlo. Debe ser como un juego, no como una obligación,  y sin culparle si se equivoca.

4.- Los primeros días

Es muy importante no aprovechar estos días para hacer cambios en la vida del niño. No es el momento de que comience a acudir al colegio o a la guardería, ni de cambiarlo de habitación.

Si las visitas traen regalos para el recién nacido, no es bueno hacer obsequios “de compensación” al mayor. No deja de ser una manera de premiar los sentimientos de celos: “toma, esto para ti, para que no tengas celos”.

Si el niño quiere volver a las costumbres del pequeño (biberón, chupete, etc.), hay que negárselo con firmeza, pero sin darle mayor importancia, sin humillarlo.

Debe evitarse el refuerzo de las actitudes regresivas: no deben reírse las “gracias” si estas son una regresión hacia conductas más infantiles.

¿Y si, a pesar de todo, se presentan los celos?

De entrada, no hay que prestarle más atención, ya que esto sería demostrarle que gracias a los celos consigue más miramientos y afecto.

Es muy importante marcar las diferencias entre los hermanos y dar a cada uno lo que se merezca o necesite en cada momento. Cada hijo es distinto, en todo; incluso los gemelos. Por lo tanto, hay que diferenciarlos y tratarlos de acuerdo con su manera de ser, para que cada uno pueda descubrir su propia identidad.

 

jueves, 16 de septiembre de 2021

EMOCIONES NEGATIVAS Y ESTRÉS

Emociones negativas y estrés

Las emociones negativas, las frustraciones y las contrariedades forman parte de la vida y son un elemento fundamental del proceso educativo

Niño con estrés

El estrés es una convención que engloba una amplia variedad de síntomas, signos y emociones que ejercen tensión sobre las estructuras mentales y biofísicas de las personas.

La percepción de emociones negativas, indeseadas o realmente agresivas, naturalmente causa tensiones que van a manifestarse en la vida de relación y también en la función básica del organismo.

¿Es normal el estrés en los niños?

Cuando se observa a los niños, desde el momento de nacimiento se pueden apreciar respuestas al estrés. El primer llanto, cuya función principal es abrir los pulmones para iniciar la respiración, se registra como una respuesta al estrés, al propio estrés de llegar a la vida. Durante las primeras etapas de la vida, el llanto es la expresión emocional más común de la respuesta a factores estresantes indeseados.

Abrazar y acunar al niño, darle un chupete, ponerle al pecho o cantarle una nana, es la respuesta aliviadora común cuando un niño llora. Se trata de paliar el estrés cualquiera que haya sido la contrariedad que lo haya motivado. El estrés es percibido como sufrimiento y debe mitigarse.

Sin embargo, de esa respuesta natural, en nuestra sociedad se ha progresado hacia la creación alrededor del niño de un universo absolutamente protegido y protector que le evite el más mínimo sufrimiento, real o percibido. Y al mismo tiempo, los adultos, las madres y los padres, se estresan terriblemente si les parece que su hijo está padeciendo algo que le obligue a llorar.

Nos estamos refiriendo a situaciones que puedan generar estrés de forma aguda, momentánea. Otra consideración merecería el padecimiento durante largo tiempo de contrariedades o agresiones. Y, además, sólo nos referimos al estrés que genera la vida normal, dejando para otra ocasión situaciones como el síndrome de estrés postraumático de los accidentes, agresiones o catástrofes.

Padres y pediatras deben entender que las emociones de carácter negativo, las frustraciones y las contrariedades son parte natural de la vida. Toda ella está llena de circunstancias y situaciones que uno quisiera evitar pero que naturalmente suceden y a menudo son inevitables.

Tanto más aún cuando a veces es necesario provocar esas emociones negativas en el proceso natural de la educación, como sucede cuando marcamos límites a la actividad o los deseos del niño. En la educación, que es un sistema de modificación de la conducta, más veces que al contrario, hay que decir que no. Que no a la actividad espontánea, que no a las peticiones, a los intereses momentáneos o los deseos inmoderados. “Niño: eso no se dice, eso no se hace, eso no se toca…” dice Serrat(link is external) en una de sus canciones.

Obviamente esas limitaciones pueden provocar frustración y, con ello, estrés.

Bienvenido sea, pues. Porque generar una cierta tensión concede valor a la propuesta, provoca una respuesta que puede reconducirse y, en cualquier caso, contribuye a la experiencia, elemento fundamental de la educación.

Podemos relajarnos y entender que las frustraciones habituales de la vida, aunque generen estrés, no van a acompañarse de “traumas” que alteren la personalidad del niño en el futuro. La ausencia de límites, la gratificación acolchada continua, puede ser peor cuando diluye el desarrollo de la personalidad en un mundo amplio y vacío.


Artículo elaborado por la Sociedad de Psiquiatría infantil de la Asociación Española de Pediatría.



 

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