“Educar a un niño es como sostener en la mano una pastilla de jabón. Si aprietas mucho sale disparada, si la sujetas con indecisión se te escurre entre los dedos, una presión suave pero firme la mantiene sujeta”. (Citado por Isabel Orjales)
El proceso “teórico” sería, desde muy pequeños, establecer hábitos y rutinas, complementados con límites y normas que deben ir “evolucionando” con el niño (está claro que los hábitos de higiene no son los mismos los de un niño de 3 años que los de otro de 10 años, así como los límites y normas que señalamos a un niño de 6 años no tienen nada que ver con los que debemos establecer para un adolescente de 15 años).
Sobre los premios y castigos se puede decir otro tanto de lo mismo pero, además, debemos añadir que su utilización debe ser muy cuidadosa porque, como se explica más adelante, podemos estar reforzando (impulsando) conductas no deseadas por una aplicación inadecuada. Finalizaremos el tema con los “estilos educativos” que pueden darse en las familias y que, como es de esperar, tiene consecuencias directas en los hijos.
✅HÁBITOS y RUTINAS.
Los hábitos y rutinas forman una parte importante de nuestra vida diaria (levantarnos, vestirnos, comer, dormir, etc.). Estos hábitos nos facilitan la vida porque sería muy difícil tener que pensar cada pequeña acción, se automatizan y dejan espacio para pensar en cosas más importantes. Al mismo tiempo, la repetición y “aburrida” monotonía de los hábitos nos dan un sentimiento de seguridad y una capacidad de previsión en la vida que pueden sernos de gran ayuda, sobre todo en épocas de estrés. Los niños no nacen con hábitos establecidos, sino que se desarrollan cuando se repiten una y otra vez. Cuando antes se introduzca al niño en la rutina familiar para las actividades cotidianas, tanto más fácil será la integración. Así, si introducimos buenos hábitos y rutinas en los horarios, comidas, aseo, conductas, etc., evitaremos muchos problemas en el establecimiento de límites y normas, evitando el castigo.
✅ LÍMITES Y NORMAS.
¿Por qué necesitan los niños los límites? No existen fórmulas mágicas en la educación. Cada niño es un mundo, lo que para uno le viene bien para otro es negativo (un premio, un castigo, etc.). Podríamos adoptar unos principios educativos básicos en los que transmitamos al niño el siguiente mensaje: - Sé que puedes. - Por eso te enseño y te exijo. - Y como sé que te cuesta esfuerzo, te lo reconozco. Los niños necesitan tener puntos de referencia (límites) claros sobre lo que debe o no debe hacer y esta necesidad es tan vital como alimentarse.
Para el niño, tener los límites educativos claros es importante por tres motivos:
- Porque le ayuda a entender e integrar las normas que rigen el mundo en el que vive.
- Porque le ayuda a sentirse seguro.
- Porque le ayuda a “portarse bien”, a ser “mejor persona” y, por tanto, a tener buen concepto de sí mismo.
Igual que nos ocurre a nosotros, al niño le resulta más fácil portarse bien si tiene límites claros y si tiene incentivos que le animen a hacerlo. Cuando el niño se porta mal, aunque no lo manifieste abiertamente, se siente mal y su autoestima se deteriora. Para que puedan crecer en armonía los niños necesitan tener claro a qué atenerse.
Por ello es fundamental que tengan:
1. Pautas. Son guías que ayudan a regular los comportamientos sin presiones. Se basan en modelos.
2. Normas. Son ordenanzas que regulan la vida cotidiana y evitan conflictos en las relaciones sociales.
3. Límites. Son medios de ayuda, pilares importantes para limitar el terreno de juego, para que el niño pueda moverse en él de una forma segura y protegida.
Si no los ponemos, se angustia. La imposición de límites es un proceso de aprendizaje y que está muy relacionado con las distintas etapas evolutivas. El proceso de separación de los padres comienza ya en la primera infancia. Los bebés muestran claramente que también tienen opinión propia. Cada nuevo estadio de desarrollo hace que los niños se vuelvan más independientes. Pero para llegar a ser autónomos deben distanciarse de los padres y éstos deben aprender a separarse de sus hijos.
Las normas también son muy necesarias sobre todo para los niños más pequeños, ya que les ofrecen unas pautas claras de conducta a la que aferrarse y tener como referencia.
Los niños necesitan tener unos padres en los que confiar y sentirse seguros. Por tanto es necesario que haya autoridad no autoritarismo.
Algunas ideas generales para poder poner en práctica.
1. Crear un clima familiar cálido, abierto y cariñoso. Cuando los niños se sienten reconocidos y queridos están más dispuestos a aceptar las normas.
2. Los padres sólo inspiran confianza cuando están totalmente convencidos de lo que exigen a sus hijos y mantienen sus ideas. Deben estar dispuestos al cumplimiento de las normas que deben ser adecuadas al nivel evolutivo del niño.
3. Es mejor proponer sólo unas pocas normas, claras, precisas y concisas y de fácil ejecución. El clima familiar será más agradable si no hay demasiadas reglas para obedecer. Un exceso crea confusión, limitación y acaba siendo ineficaz.
4. No hay que perder la flexibilidad: es importante repasar de forma constante la validez de los límites y de las normas impuestas. Las limitaciones que tienen un sentido en un determinado momento pueden tal vez ser retiradas posteriormente. No hay que defender ideas fijas sino adoptar una mentalidad flexible.
5. Los límites deben ser respetados, así como las normas. No olvidemos que los niños nos ponen constantemente a prueba. Esto es sano y dependerá del adulto su eficacia.
6. Los padres deben tener sumamente claro qué es lo que están dispuestos a hacer con sus hijos. Siempre es más fácil controlar el propio comportamiento –para cambiar ciertas cosas- que el de los demás.
7. Es importante buscar siempre el motivo del comportamiento (indeseado) del niño; para saber qué es lo que lo provocó. Así podremos o trataremos de solucionarlo.
8. Es importante dar una explicación de las propias actuaciones, para que el niño comprenda por qué se pone el límite. Para ello los padres deben llegar también a un acuerdo entre sus expectativas y sus fines educativos.
9. Se aprende mediante modelos de comportamiento. No es creíble aquello que no es capaz de hacer el adulto.
10. Los padres también deben hacer comprender a sus hijos que necesitan tiempo para ellos.
11. Cuando algo nos agrada y nos elogian por ello, tendemos a repetirlo. Si por el contrario nos lo critican, nos insultan, nos miran mal, nos perjudica, procuramos dejarlo cuanto antes. Podemos aplicar esta norma con los niños.
Para regular la conducta pueden utilizarse premios y castigos, veamos este asunto.
PREMIOS.
¿Qué es un premio?
Desde pequeños aprendemos de forma intuitiva que dos acontecimientos que se suceden uno detrás de otro están relacionados, por ejemplo: “Si pego a un niño, éste llora y me regañan”. Así asocia que a pegar le sigue llorar y a llorar le sigue la regañina. Si el segundo acontecimiento es positivo y el niño lo asocia con el primero, es probable que la conducta se repita en el futuro. Si la consecuencia es negativa, la probabilidad de que se repita la conducta disminuye. En conclusión: una conducta se mantiene o se extingue dependiendo de las consecuencias. Y ahora podemos definir al premio como todo acontecimiento que, seguido a una conducta, aumenta la probabilidad de que esa conducta se repita en el futuro.
¿Son necesarios los premios?
Podemos pensar que dar premios por lo que es un deber es caer en un chantaje, pero no es así, aunque los niños pueden darle ese giro. ¿Cómo evitarlo? El truco reside en ajustar el premio al esfuerzo y el procedimiento de darlo. Por lo general, regalamos al niño todo lo que necesita y lo que no necesita y le pedimos a cambio unas responsabilidades. Cuando el niño no cumple con sus responsabilidades es castigado y, cuando lo hace, se da por hecho que está cumpliendo con su deber.
¿Cómo saber cuándo premiar o cuándo castigar?
Como norma general, se propone lo siguiente depende también de cada niño):
- Castigo para: - Conductas muy negativas y poco frecuentes (por ejemplo tirar un vaso con agua al suelo de forma intencionada). - Por incumplir con una buena conducta que estaba establecida y no requiere esfuerzo mantener. - Aprobación sin más para aquellas conductas positivas consideradas ya adquiridas y que no requieren un esfuerzo especial.
- Premio para conductas que requieren esfuerzo.
LOS CASTIGOS
¿Qué es un castigo?
Un castigo es toda experiencia que, seguido a una conducta, hace que disminuya la probabilidad de que la conducta se repita en el futuro.
¿Cómo deben aplicarse los castigos?
Un castigo debe suponer una señal para que el niño se dé cuenta de que ha franqueado un límite impuesto a una conducta.
Los castigos ayudan a mantener las conductas ya adquiridas, los premios a instaurar conductas nuevas.
ESTILOS EDUCATIVOS QUE UNA FAMILIA PUEDE ADOPTAR CON SUS HIJOS.
Para finalizar, y de forma breve, haremos una mención a los estilos educativos.
Autoritario: Es decir con normas muy rígidas, frecuentes castigos, siendo inflexibles. Consecuencias: Un niño huraño, agresivo, con poca iniciativa, con una autoestima baja y también será autoritario.
Sobreprotector: Cuando se intenta controlar la vida de los hijos a través del afecto, no se ponen límites o son poco claros, siempre solucionan los problemas de los hijos. Consecuencias: Niños dependientes, sin autonomía y poco tolerantes a aceptar frustraciones.
Permisivo-negligente: No exigen responsabilidades, no afirman su autoridad, no ponen normas, no les orientan para que tomen decisiones. Consecuencias: Hijos irresponsables, con poco autocontrol, con baja autoestima.
Inconsecuente: Son aquellos padres que se manifiestan inestables en sus comportamientos, son poco coherentes, no son capaces de hacer lo que exigen a los demás, no tienen normas claras ni fijas. Consecuencias: Los niños se vuelven ansiosos, inestables, indefensos y desconfiados.
Democrático: Satisfacen las necesidades afectivas de sus hijos, los aceptan tal y como son, razonan y negocian las normas, les enseñan a través del propio ejemplo, les ponen límites claros, favorecen la comunicación y el diálogo, son capaces de reconocer sus errores y aceptarlos para mejorarlos. Consecuencias: Niños más seguros de sí mismos, son capaces de compartir y aceptar sus responsabilidades, no son fácilmente manejables, tienen buenas relaciones sociales.