ESCUELA DE PADRES Y MADRES
jueves, 15 de diciembre de 2022
REGALOS DE NAVIDAD: CÓMO ENSEÑAR A LOS NIÑOS A VALORARLOS
viernes, 21 de octubre de 2022
PADRES Y MADRES PERMISIVOS: CARACTERÍSTICAS Y CONSECUENCIAS PARA SUS HIJOS/AS
miércoles, 30 de marzo de 2022
CRECER EN UN HOGAR BILINGÜE AYUDA A MEJORAR LA ATENCIÓN DE LOS NIÑOS/AS DESDE MUY TEMPRANA EDAD
miércoles, 26 de enero de 2022
EL BIENESTAR EMOCIONAL EN EL ALUMNADO
Explica a tu alumnado para qué sirve cada emoción y mejora su bienestar emocional
Uno de los retos de las familias y los educadores es acompañar a los menores en la gestión de sus emociones para contribuir a su bienestar emocional y desarrollo personal. Para conseguirlo, y en el entorno de la escuela, los docentes pueden empezar por la alfabetización emocional, es decir, mostrar a sus alumnos cuáles son las emociones básicas y para qué sirven.
Tal y como explica Manuel Güell en su libro ‘¿Tengo inteligencia emocional? (Editorial Paidós. Contextos): “Una emoción es una respuesta que da el cuerpo ante un estímulo determinado”. Se trata, por lo tanto, de una respuesta totalmente involuntaria y automática: “Una vez que el cuerpo ha recibido el estímulo, tiene que dar una respuesta. Lo que no podemos hacer es evitar que se dé una respuesta, pero sí regular y modificar la respuesta emocional que se genera ante el estímulo”.
Las emociones son involuntarias
Si tenemos en cuenta que las emociones surgen de forma involuntaria y automática, no tiene sentido decir el tipo de frases que se suelen escuchar tan a menudo en las aulas o en casa: “No llores”, “no te enfades”, “no tengas miedo”, “no te pongas triste”, etcétera, porque simplemente la persona que las siente no las puede evitar. Lo que sí podemos hacer con los menores es acompañarles en su emoción para que puedan regularlas de forma satisfactoria, y así contribuir a su bienestar emocional. Y para que la respuesta a la emoción predominante sea saludable, el primer paso es ayudarles a identificarlas (ponerles nombre). Solo siendo consciente de las emociones será posible expresarlas, aceptarlas y actuar en consecuencia.
Para ello, podemos hablar en clase de las seis emociones básicas, presentes en todos los seres humanos, independientemente de su raza y procedencia. Mayalén Marín, directora de ‘El parque de las emociones’, las agrupa en una bonita frase: TE AMAS. Es decir:
- T: Tristeza
- E: Enfado
- A: Alegría
- M: Miedo
- A: Asco
- S: Sorpresa
¡TE AMAS!
De esas seis emociones básicas, derivan las múltiples emociones secundarias que podemos sentir fruto de las más diversas combinaciones. En este mapa mental se pueden ver con claridad algunas de ellas:
Con ayuda de este gráfico o mediante otro tipo de recursos, que comentaremos en futuros artículos, el docente puede iniciar la dinámica de comenzar la jornada preguntando a sus estudiantes cómo se sienten en ese momento. Después de identificar la emoción primaria que predomina (tristeza, alegría…), pueden fijarse en la afirmación que más se asemeja a lo que están sintiendo: “Me siento inseguro”, “me da corte”, “me aburro”, “me siento ilusionado”, “me siento molesto”. Sólo el hecho de poner nombre a su emoción y expresarlo les ayudará a mejorar su bienestar emocional.
Todas las emociones son válidas
A menudo se habla de emociones positivas (alegría, motivación, gratitud…) y negativas (miedo, inseguridad, disgusto…). Sin embargo, los expertos recomiendan huir de las connotaciones negativas de este tipo de clasificación ya que, por encima de todo, todas las emociones son útiles y cumplen una función: la supervivencia. De este modo, podríamos hablar de emociones agradables y desagradables. “Todas las emociones son válidas, no hay buenas o malas, las emociones son energía y la única energía que es negativa es la energía estancada. Si conocemos las emociones se convierten en nuestras aliadas, podemos entender lo que nos pasa y saber lo que necesitamos, y así, poder dárnoslo”, afirma Mayalén.
Como apunta Norberto Levy, en su libro ‘La sabiduría de las emociones’ (Editorial De Bolsillo), “solemos creer que las emociones son el problema. Que el miedo, el enojo, la culpa, etc., son los problemas que nos acosan. Y no es así. Se convierten en problemas cuando no sabemos cómo aprovechar la información que brindan, cuando nos ‘enredamos’ en ellas y nuestra ignorancia emocional las convierte en un problema más”.
¿Para qué sirve cada emoción?
Según el libro ‘Practica la Inteligencia Emocional Plena. Mindfulness para regular nuestras emociones’ (Editorial Kairós) las emociones cumplen con diversas funciones:
- Nos ayudan a transmitir cómo nos sentimos. Constituyen un medio no verbal bastante efectivo de comunicación.
- Son clave para percibir nuestro entorno. Cada persona percibe el medio en función de sus intereses y formas particulares de interpretar el mundo; incluso un mismo individuo puede puede contemplar su entorno de manera distinta en días diferentes.
- Facilitan la interacción social. Una de las pruebas más claras se produce a través de la sonrisa. Sin duda, cuando una persona sonríe nos invita a mantener contacto con ella.
- Sirven para regular el comportamiento de los demás, incitándoles a que respondan realizando las acciones que deseamos.
Función de las emociones básicas
Nos detenemos ahora en cada una de las emociones básicas detallando su utilidad, según Natalia Ramos, creadora de PINEP (Programa de Inteligencia Emocional Plena), junto a Olivia Recondo y Héctor Enríquez:
- Tristeza. Es la emoción que surge cuando percibimos pérdida, fracaso de una meta, pérdida de un objeto o persona. Función: favorece la introspección y fomenta la cultura de apoyo o altruista.
- Enfado, ira. Alerta de que algo está obstaculizando nuestras metas. Función: nos protege o defiende cuando alguien de nuestro entorno está siendo amenazado.
- Alegría. Facilita la interacción social. Función: pone de manifiesto que estamos alcanzando nuestras metas.
- Miedo. Avisa de la existencia de un peligro o daño. Función: acción para dar una respuesta adecuada a la amenaza.
- Asco. Produce asco la comida en mal estado, algún tipo de animal… Función: evitar intoxicarnos con los alimentos putrefactos o protegernos de la picadura o ataque de animales.
- Sorpresa. Esta emoción surge cuando aparece algo inesperado (agradable o desagradable) y el organismo presta atención para detectar la fuente. Función: el cuerpo se prepara para la acción.
lunes, 13 de diciembre de 2021
LA AUTORIDAD DEL PROFESOR/A
La autoridad del profesor/a
El deterioro sistemático del papel del maestro nos sitúa ante un panorama desolador. No es sólo que tengamos una crisis de autoridad, es que nos acercamos a una oleada colectiva de ignorancia y estupidez
Con las normas jurídicas se ejerce el poder, no se confiere autoridad. Se trata, en efecto, de un acto de poder jurídico orientado a evitar que los estudiantes (o sus padres) desarrollen conductas agresivas o humillantes contra los profesores mediante el expediente de amenazarlos con una sanción penal. Y, claro, como resultado de ello es probable que tales conductas dejen de realizarse o disminuyan. Muchos han mostrado su satisfacción ante ese resultado, pero la expresan en un lenguaje ambiguo, porque atribuir legalmente la condición oficial de autoridad para poner en marcha un mecanismo penal ni crea ni incrementa la otra autoridad, la decisiva, la autoridad académica del profesor. Y ello porque una cosa es sancionar conductas claramente indeseables, y otra, muy diferente, identificar eso -como se viene haciendo- con "restablecer la autoridad del profesor".
Lo peor de esa confusión es que puede contribuir a que perdamos de vista algunos de los problemas de fondo que deberíamos abordar. Y ésos son los importantes.
Aunque proviene de fuentes muy clásicas del pensamiento, la caracterización de la autoridad en los términos de García Pelayo acaso sea considerada hoy demasiado exigente. Jóvenes estudiosos españoles (Bayón, Ródenas) han perfilado una teoría de la autoridad más acotada y rigurosa.
Mantienen que se reconoce la autoridad de otro cuando se siguen sus dictámenes con independencia de cuál sea el juicio propio sobre el contenido de esos dictámenes. Es decir, que las directrices de quien es considerado autoridad se aceptan como razones para las propias acciones con exclusión de las razones que uno pudiera tener al respecto. Si la autoridad lo dispone, eso vale ya como razón para comportarse de ese modo. No hace falta contrastarlo con otras razones. Lo que esto quiere decir, al margen de muchos matices que dejo aquí a un lado, es que la idea de autoridad sólo cabe si se piensa como algo que se incorpora a la racionalidad del individuo que la sigue. En determinadas situaciones, al seguir los dictados de la autoridad se es más racional, y sólo se es más racional cuando se siguen esos dictados.
Muchos se preguntarán por qué. Pues precisamente por algo que latía en la formulación de García Pelayo: que ciertas cualidades de quien es autoridad invitan a tomar como criterio propio lo que ella dispone. La autoridad, pues, nos presta un servicio fundamental al poner a nuestra disposición una racionalidad que necesitamos para tomar decisiones en un contexto en que carecemos de capacidad suficiente para hacerlo por nosotros mismos.
Vista desde esa perspectiva, la autoridad del profesor resulta ser una realidad innegable. Y no necesariamente porque posea cualidades excepcionales de orden intelectual o moral. Eso puede darse o no darse.
Para ser autoridad sólo le hace falta un conocimiento acreditado de su materia y una voluntad de transmitirlo. Y en ello ha de descansar la racionalidad de quien le escucha. Porque en la relación educativa el profesor suministra al estudiante unos conocimientos destinados sobre todo a servir a éste. Si el estudiante aprende, si asimila esos conocimientos, habrá realizado una opción más racional que si no lo hace; más racional, se entiende, desde el punto de vista del propio estudiante.
Esta perspectiva nueva de la noción de autoridad es lo que puede poner de manifiesto más vivamente la gravedad de la situación por la que estamos atravesando. Porque no es ya que tengamos una crisis de autoridad, es que parecemos estar cerca de una oleada colectiva de ignorancia y estupidez. O, dicho de otra manera, resulta que tener una crisis de autoridad en la escuela puede ser equivalente a experimentar un ataque colectivo de irracionalidad.
Se podría distinguir, sin embargo, entre autoridad teórica, que sería la propia del profesor (o del médico, por ejemplo), y autoridad práctica, aquella que prescribe normas de conducta para el comportamiento individual y social. Si uno no sigue las orientaciones del profesor, no aprende; si no sigue las recomendaciones del médico, no se cura. Supuesto que sea racional aprender o curarse, ignorar los consejos y directrices de cualquiera de ellos es simplemente abandonarse a la irracionalidad.
No escasean, por cierto, quienes así lo hacen. Todos hemos oído a gentes, incluso cultas, que oponen curanderías y patrañas al saber de los médicos. Con los profesores sucede a veces lo mismo. Se tienen por inútiles o banales muchas de las cosas que enseñan. Un latiguillo muy socorrido en estos tiempos es el del famoso "mercado de trabajo", incentivado ahora insensatamente por los responsables educativos con la cantinela de las "competencias" profesionales. Y, claro, no faltan padres, ignorantes por méritos propios o por la cultura televisiva de que se nutren, que desprecian lo que se enseña a sus hijos o demandan más de esto o más de aquello porque así será más fácil acceder a un puesto de trabajo o encontrar una "colocación". Lo que hay que enseñar a los chicos -repiten una y otra vez- son cosas "prácticas", cosas "útiles". Como si alguien supiera qué es eso.
Y no digamos nada de lo que sucede con la autoridad práctica del profesor. Si el componente teórico de su autoridad se cuestiona a veces, el componente práctico, es decir, el que se ocupa de la disciplina del estudiante y el orden en el centro escolar, se viene deteriorando sistemáticamente. La situación en muchos centros parece ser la siguiente: las reglas se cumplen a regañadientes, y parece natural desafiarlas. Se dice con frecuencia que todo profesor pierde una buena cantidad de su tiempo en forcejeos sobre ellas. Podría pensarse que en chicos y chicas de cierta edad ésa es una actitud casi natural; lo que es inexplicable es que venga reforzada por los padres. Y sin embargo, un día sí y otro también, allí se presentan a cuestionar las reglas o desacreditar al profesor ante el hijo o la hija, deteriorando con ello cualquier vestigio de autoridad práctica que aún pudiera quedarle.
De nuevo nos sale aquí al paso un comportamiento irracional. Y no sólo por la obviedad de que sin orden en el aula y en el centro resultará imposible cumplir el propósito educativo, sino por algo que va más allá: es que el seguimiento de reglas y la organización de las conductas en la sociedad es una condición necesaria para poder desarrollar un proyecto personal de vida. Y a respetar las reglas también se aprende en la escuela. En muchos casos más que en la propia familia. Deteriorar la autoridad práctica de los profesores, desactivando las exigencias de la disciplina o menospreciando las reglas que ordenan el centro, acaba por ser, pues, una amenaza para los propios hijos. La crisis de autoridad denota así un padecimiento general de nuestra racionalidad colectiva. No sé si somos conscientes de lo que eso supone.
Francisco J. Laporta es catedrático de Filosofía del Derecho de la Universidad Autónoma de Madrid.
martes, 23 de noviembre de 2021
QUÉ HACER Y QUÉ NO EN EL GRUPO DE WHATSAPP DE PADRES Y MADRES DEL COLEGIO
Qué hacer (y qué no) en el grupo de WhatsApp de padres y madres del colegio
En ocasiones, la raya roja entre el buen uso y el abuso de estos grupos de progenitores de niños en edad escolar es difusa
Entonces... ¿por qué tiene tan mala fama? Los problemas surgen, explica Guillermo Cánovas, director del Observatorio para la Promoción del Uso Saludable de la Tecnología: EducaLIKE, «cuando algunas familias hacen un uso inapropiado que puede derivar en distintos malentendidos, como sucede en no pocas ocasiones». Una de ellas, «y quizá la más habitual –prosigue–, es el bombardeo constante de mensajes sobre cuestiones poco relevantes o que solo afectan a algunos alumnos».Las fotos personales de las paellas del domingo, los goles de nuestro equipo favorito, los postres hechos en casa o el descuento de turno. ¿Dónde está el límite a la hora de enviar ciertos mensajes en los grupos de WhatsApp de padres del colegio? ¿Cómo podemos hacer un mejor uso de la herramienta sin caer en el absurdo? Es habitual que por cada hijo se formen grupos de clase, de extraescolares, cumpleaños, o festivales de fin de curso con el objeto de disponer de un canal de comunicación ágil que ayude a mantenerse informados sobre novedades e imprevistos. El chat sustituye a los corrillos de la puerta del colegio, y puede ser un medio muy eficaz para distribuir información importante en cuestión de segundos.
Bombardeo constante
Muchos padres, continua este experto, «se quejan de que al abrir los mensajes de grupo pueden encontrarse a veces con 100 o 200 mensajes sobre intendencia tipo “¿quién ha cogido el baby de mi hijo?” al que se suceden docenas de mensajes del tipo:“yo no” “yo tampoco” “luego lo miro” , “a mi me pasó el viernes”, “así que si alguien ha encontrado el de fulanito, que me lo deje en la mochila”, “¿has preguntado en conserjería?».
«Tienen cosas buenas, pero la mayoría de las conversaciones son de este tipo, que no son del todo informativas y están llenas de emoticonos de besitos y aplausos pero, sobre todo, el principal error que cometen los padres es el de sacar a sus hijos las castañas de fuego, preguntando por fechas de exámenes y deberes», remarca Eva Bailén, autora del libro «Cómo sobrevivir a los deberes de tu hijo».
Asumir responsabilidades
Es por este motivo por el que a muchos profesores tampoco les gusta el empleo que los padres hacen de los grupos de WhatsApp. «Mi padre no descolgó un teléfono jamás para preguntar cuáles eran mis deberes. Si al niño se le olvida su tarea, es su problema. Estamos eximiendo a los menores de sus responsabilidades», apunta el docente y autor de numerosos libros de educación Óscar González.
Este tipo de acciones a través de la herramienta de WhatsApp «nos llevan a la hiperprotección de los niños», añade Eva Millet, madre, periodista y autora del libro «Hiperpaternidad». «Pidiendo que manden una foto de la página de tareas al chat de clase nos convertimos en la agenda de nuestros hijos, en madre secretaria, en su asistente personal... y les hacemos flaco favor», advierte.
Así lo corrobora la psicóloga Silvia Álava, del centro de psicología Álava Reyes, para quien «la responsabilidad de lo que pasa en el colegio es del niño, que es quien debe saber cuáles son sus deberes, qué día son las excursiones, o cuándo tiene que llevar la flauta o el bocadillo». Esta cuestión es, a juicio de Álava, «más grave de lo que parece»: «Al final, con estos grupos de WhatsApp estamos haciendo niños especialmente cómodos, e impidiendo que aprendan a asumir las responsabilidades que les corresponden según su edad».
No es poco frecuente tampoco, señala Cánovas, que algunos de estos grupos se utilicen «para poner en común quejas, acusaciones o juicios de valor sobre personal del centro educativo, produciéndose en ocasiones verdaderos linchamientos virtuales, en lugar de utilizar los canales adecuados ya establecidos para cada situación». Sean profesores o no, utilizar el chat para atacar, discutir o agredir verbalmente a otro integrante es algo que, a juicio del policía Pere Cervantes, coautor junto con Oliver Tauste del libro «Tranki pap@s», no se debería hacer jamás «primero, porque podría ser constitutivo de delito.
Abandonar el grupo
Ante situaciones como estas hay padres y madres (mayoritarias en estas lides) que optan por salirse de los grupos. «Deberíamos evitar juzgar a quien decida dejar de pertenecer al grupo. Todo el mundo puede tener motivos para salir de dichos chats en un momento dado, pero casi nunca su objetivo es molestar u ofender a los demás. Seguro que preferirían salir de forma discreta y sin hacer que nadie se sintiera mal, pero no pueden evitar que aparezca el dichoso mensajito de "fulanito" ha abandonado el grupo». aclara Cánovas. «En cualquier caso, no se peor madre o padre por esto», concluye Millet. Porque como dice B. D, madre de una niña en edad escolar, «yo no estoy en ninguno, y mi hija ha sacado súper buenas notas y tiene un montón de amigas».
O permanecer, con sentido común
Lo cierto es que sí hay muchos padres de nativos digitales interesados en esta herramienta, pero que no han recibido nunca formación sobre cómo utilizar correctamente los medios que la tecnología pone a nuestro alcance, lo que da lugar a la improvisación sobre la marcha. Pero para generar buen ambiente y que el grupo sea útil hay algo que según Guillermo Cánovas nunca falla: «El sentido común, y procurar que no se llene de mensajes que no interesan a la mayoría. Seamos constructivos y no olvidemos que los niños aprenden de la forma que sus padres se relacionan entre ellos y con el colegio».
miércoles, 27 de octubre de 2021
INSOMNIO. EL NIÑO/A QUE NO DUERME BIEN
¿Qué es el insomnio?
Se habla de insomnio cuando un niño tiene problemas para quedarse dormido o para mantener el sueño, lo que conlleva que se despierte muchas veces a lo largo de la noche. En general, se tiene la sensación de que el sueño no ha sido reparador. Se denomina insomnio crónico cuando esta situación aparece durante mas de 3 meses, al menos 3 dias a la semana y se denomina de corta duración en el caso de ser menos de ese tiempo.
Que los niños se despierten por la noche es normal, especialmente los más pequeños. Según el niño crece y madura van disminuyendo los despertares nocturnos. Alrededor de los 6 meses, los niños suelen dormir por la noche hasta 5 horas seguidas y al acercarse la adolescencia los despertares nocturnos disminuyen.
El dormir alguna noche mal es normal. Pero si la dificultad de dormirse o mantener el sueño perdura en el tiempo y produce malestar, nerviosismo y somnolencia por el día, se considera que se trata de un insomnio.
Desde un punto de vista académico hay varias maneras de clasificar el insomnio. En los niños, los tipos de insomnio más frecuentes son el insomnio conductual y el producido por higiene del sueño inadecuada.
Insomnio conductual
En este tipo de insomnio los niños no son capaces de conciliar el sueño si están solos. A veces el inicio del sueño está ligado a alguna actividad (mecerlos, darles de beber), a un objeto particular o a la presencia de los padres, de tal manera que si faltan, el niño no es capaz de quedarse dormido.
Algunas veces el rechazo a irse a la cama es frontal, protestan, lloran, gritan, se salen de la cama, demandan atención repetidamente, pidiendo comida, bebida o que les lean un cuento.
Es normal que los niños se despierten más por la noche cuando están enfermos y se sienten incómodos, pero cuando mejoran hay que tratar de recuperar el ritmo normal. El descanso adecuado es esencial.
Insomnio por higiene del sueño inadecuada
Se refiere al insomnio que se provoca o está favorecido por algunas actividades que se hacen antes de acostarse, como por ejemplo comer chocolate, tomar bebidas excitantes (cola), realizar actividades mentales, físicas (ejercicio) o emocionales (juegos, discusiones) y que dificultan que el niño se quede dormido porque está muy alerta.
Tampoco son recomendables los videojuegos justo antes de irse a dormir y ¡cuidado con los teléfonos móviles y los adolescentes!, el ruido continuo de la entrada de mensajes puede evitar que concilien el sueño. Una buena enseñanza: a partir de cierta hora, móviles apagados.
También se favorece el insomnio si el ambiente no está tranquilo, hay mucho ruido o mucha luz.
Algunas actividades durante el día también pueden interferir con el sueño: dormir siestas muy largas, pasar mucho tiempo en la cama, tener un horario para acostarse muy variable, acostarse muy tarde (los niños pueden estar tan cansados que no saben ni lo que les pasa, que necesitan dormir).
¿Qué favorece el insomnio?
- Inadecuada higiene del sueño.
- Dificultad para el establecimiento de límites al niño.
- Heredabilidad, el insomnio es mas frecuente en hijos de padres que padecen insomnio.
¿Cómo se diagnostica?
Haciendo una historia clínica. El pediatra indagará sobre el inicio del problema, la existencia de un factor desencadenante, la historia y la situación familiar y el comportamiento del niño.
Es importante que los padres muestren sus preocupaciones abiertamente, sus temores, sus dudas. La información que pueden proporcionar es muy valiosa ya que son las personas que mejor conocen a sus hijos.
También se pueden utilizar “Diarios del sueño” que tienen que rellenar los padres coloreando las horas que el niño está dormido y dejando en blanco las horas que está despierto, con la hora de acostarse y de despertarse, la hora a la que se apaga la luz, los despertares, etc. Pueden ser muy útiles.
¿Cómo se puede tratar?
Con el trabajo conjunto de profesionales sanitarios y padres se suele solucionar el problema. Mejorando el insomnio aumenta el bienestar de los niños y de los padres.
Entre los tratamientos eficaces están las medidas de higiene del sueño, las intervenciones psicológicas y, finalmente, los fármacos.
- Medidas de higiene del sueño: se trata de fomentar hábitos saludables tales como seguir un ritmo más o menos constante tanto de día como de noche, establecer un período relajante, evitando juegos intensos antes de irse a dormir, controlar que los programas de televisión, videojuegos y uso de móviles sean adecuados para la edad del niño. El ambiente para dormir debería ser tranquilo, sin ruido, sin luz, con una temperatura agradable. También es recomendable evitar comidas y bebidas estimulantes y siestas largas.
- Intervenciones psicológicas: actúan sobre la conducta y sirven para reducir la resistencia a la hora de acostarse y los despertares nocturnos. Las técnicas que se recomiendan dependen de la edad del niño.
- Medicación: se reserva para los problemas de insomnio que no se resuelven con ninguna de las medidas mencionadas anteriormente y siempre debe ser prescrita por el médico.
REGALOS DE NAVIDAD: CÓMO ENSEÑAR A LOS NIÑOS A VALORARLOS
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